"La vida no es esperar a que pase la tormenta,
es aprender a bailar bajo la lluvia..."

jueves, 8 de julio de 2010

Para los que alguna vez me ayudaron

Fueron pocos o muchos, pero para ellos dedico este pequeño homenaje. Hablaré de ellos sin citarles, y no sé muy bien por qué… tal vez no recuerde sus nombres o tal vez no les recuerde a todos y deje sus nombres olvidados.

A los que me ayudaron que ahora ya no está. Recuerdo a un profesor que se fingía tan duro lanzando el mechero y gritando cual despótico dictador. Luego sonrió y dijo eso de “la clase es como un teatro” mientras con el rostro torcido volvía a mostrar su “peor” faz: “al menos, así están callados”. Mis compañeros le llamaban el ogro pero lejos de ser un ogro bien embutido en una capa castellana se mostraba afable una vez terminaban las clases. Fue el primero que leyó una de mis novelas.

A los que alguna vez me publicaron un libro y en especial a C.S. y J.M.M.V., por su apoyo y la fe que depositan en los libros. Discutía hace apenas dos noches con uno de ellos y sesenta años de ilusiones superaron a treinta de distracciones. Ánimo para seguir adelante.

A esa dama que un día me animó a no desanimarme y de mi desánimo convirtió en constancia. A ella también le doy las gracias por hacer de mi desánimo un tributo al esfuerzo del que ya nada tiene que perder: Fiodor Fiodorovich.

A esa otra que un día también me animó a seguir cuando aún dudaba: “está claro, sabes hacerlo”. A ella, a la que he olvidado en el olvido pero olvidarla no podré: gracias.

A ese señor que también leyó los escritos de A.P.R., hoy famoso académico y escritor, a ese que ya he citado: C.A. “Porque yo también escribí una novela que encerré en lo más profundo del cajón. No lo deje, señor. Algún día me dará la razón”. Hoy le digo: tenía usted razón.

A los que me suspendieron alguna vez en matemáticas por no poner el igual al final de la línea y otro igual al principio de la siguiente para seguir la gloriosa coherencia matemática. Gracias a ustedes también y a su mediocridad, hoy soy algo así como feliz.

A otra que me aguantó treinta años y me dijo: es imposible, nadie vive de escribir libros. Hoy te digo: tenías razón, de ilusión también se vive.

Al otro que me dijo también “para escribir hay que ser millonario” hoy le digo: hay muchas clases de riqueza y, gracias a Dios, no poseo ninguna.

A los que cada día me preguntan “¿se puede vivir de escritor?” hoy contesto: “no”.
Porque en una partida aprendí que sólo hay un jugador imbatible: el que nada tiene que ganar.

Por todos los que lo negaron y todos aquellos que dijeron “tal vez” y los otros que con una leve sonrisa también negaron hoy te digo, amigo mío: no me rindo. Y hoy no me rindo por todos ellos, porque alguna vez, sólo alguna, habré de tener razón. Y es que, como decían en cierta película, “hasta un reloj estropeado acierta dos veces al día”. Alguna vez habrá de tocarme.


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