"La vida no es esperar a que pase la tormenta,
es aprender a bailar bajo la lluvia..."

domingo, 28 de febrero de 2010

Jorge Bucay, de "Amarse con los ojos abiertos"

La decisión ya estaba tomada "iba a aprender a bailar tango". Es más "tenía que aprender a bailar tango". Y esta vez si que iba a poner todo el empeño escatimado en tantos años de infructuosos intentos (desde los primeros balbuceos de mi padre, hasta aquellas tentativas fugaces, pero llenas de vana ilusión, emprendida con la ayuda de los abnegados voluntarios que alguna vez encontré en el camino). Y como esta vez estaba realmente dispuesta a llegar hasta el final, lo primero que tenía que hacer era tomar clases como dios manda (es decir con profesor y todo). Así que llena de buena voluntad, encaramada en mis zapatos de tacón, embutida en una falda acorde a las circunstancias y con la mejor de mis sonrisas en al rostro, me planté en aquella sala de baile que tanto me habían recomendado mis amigas.

Pero claro, como es imposible tanta dicha, como tanta perfección nos esta prohibida... como siempre... falta algo. Miré, remiré y por más que busque, me encontré de nuevo con la eterna verdad delante de mis narices: "Solo había cuatro hombres para veinticinco mujeres".

Con todo y con eso no estaba dispuesta a que mi voluntad se viera vencida una vez más. Y me lancé a la pista dispuesta a arrebatarle a cualquiera de las otras veinticuatro mujeres alguna de las cuatro codiciadas presas. Sin embargo, a pesar de mi buena voluntad y de la mejor de mis sonrisas, en una hora solo pude capturar a un compañero, y por cinco minutos. A ese paso, ni en dos años aprendería una sola figura (si es que antes no aparecían por la pista nuevas compañeras). Fue entonces cuando la luz se hizo en mi cabeza y lo vi todo con mucha más claridad: "¡para algo se tiene un marido!".

Fue entonces cuando la luz se hizo en mi cabeza y lo vi todo con mucha más claridad: "¡para algo se tiene un marido!".Y luego de poner en juego mis mejores y más elaboradas maniobras de manipulo-seducción, conseguí arrastrarlo a la clase. Lo mejor y mas increíble de todo... ¡¡Es que le gustó!!

Primera Clase

"Lo primero que vamos a aprender del tango es el abrazo", dijo Julio Horacio Martínez, el profesor.

Yo pensé que esto no tendría mucha ciencia, porque abrazarse es algo que todos hacemos habitualmente, de una manera espontánea, que se yo, natural, sin aprendizaje previo. Pero no. Al parecer, detrás del abrazo del tango se esconde algo bastante más complicado.

"En el tango los cuerpos tienen que armar un circuito de tensiones encontradas. El brazo tiene que estar firme, pero sin empujar. Las piernas en contacto, pero sin asfixiarse ni impedirse el movimiento. Tengan en cuenta que en este baile el equilibrio no está en cada uno, sino en el centro de los dos, y si no se entienden pueden desestabilizarse. Tienen que aprender a comunicarse para poder disfrutarlo juntos".

Entonces Alberto, mi marido, me tomó en sus brazos, juntas las piernas, con una mano sujetándome la cintura y con la otra, arriba y firme, para que me sirviera de apoyo. Hasta aquí todo bien... en teoría, si no fuese porque su mano en la cintura... me tenia suspendida en al aire, sus piernas juntas... no me dejaban mover, y su mano firme... era tan firme que me atenazaba los dedos.

"Tu mano debe ofrecer resistencia, de lo contrario te sentís empujada. No se puede bailar con un flan aunque tenga forma de mujer". si no fuese porque su mano en la cintura... me tenia suspendida en al aire, sus piernas juntas... no me dejaban mover, y su mano firme... era tan firme que me atenazaba los dedos

Me había llamado flan con forma de mujer. Eso fue lo que dijo... y ahí terminó la clase.

Segunda Clase

"Hoy aprenderemos el paso básico, que son ocho compases, ¿ven? Uno, dos, tres, cuatro, cinco... y en el quinto la mujer debe tener el peso en el pie derecho y entonces, con ese mismo pie, y cambiando el peso, ella sale hacia atrás y seguimos, seis, siete y ocho... ¿Entendieron?".

Dijimos que sí, (no sin ciertos reparos) y empezamos a bailar: Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Uno, dos, tres, cuatro, cinco... ¡Nada! No había manera. Alberto estaba empeñado en que yo hiciera el sexto con el pie izquierdo, pero no quería entender que lo tenía cruzado por delante.

"¡Me estás atropellando!"

"No, sos vos que no retrocedes".

"Pero, ¿cómo querés que retroceda si tengo el pie en el aire?"

"Pues las demás lo hacen..."

"¡Alberto! -se acercó el profesor- tenés que tener en cuenta dónde tiene ella el peso del cuerpo. Si no lo hacés ella no puede salir. Mira: Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ocho. ¿Viste?".

Que lindo era bailar con alguien que me entendía. Reconocí que con Alberto me sentía impotente. Me echaba a mi la culpa de sus limitaciones y no quería darse cuenta que era totalmente imposible seguirlo.

Tercera Clase

"Hoy trabajaremos las articulaciones del paso básico. En el ocho, hay dos tiempos, uno dePor fin había llegado lo que estaba esperando, hacer esos firuletes tan lindos entrada y otro de salida, tanto en el hombre como en la mujer. Son alrededor de la pareja. El hombre puede optar por solo darle el espacio, o acompañar su movimiento..."

Por fin había llegado lo que estaba esperando, hacer esos firuletes tan lindos. Tan elegantes, tan sensuales... Salgo, entro, salgo... ¿Qué pasa? De pronto estamos los dos haciendo fuerza por no caernos, a cuatro metros uno del otro y a leguas de elegancia y sensualidad soñadas...

"¡¿Qué están haciendo?! -se acerca Julio desorbitado- ¡¡queremos bailar tango y están haciendo una lucha de sumo!!. Alberto vení. Ahora yo tomaré el lugar de tu pareja y te muestro que hacés. ¿Ves? Si vos no me das espacio suficiente yo me lo voy a tomar de todos modos, aunque sea alejándome..."

Cuarta Clase

Aunque ya más o menos podemos movernos juntos todavía nos cuesta mucho sincronizarnos. Después de haber trabajado con la pausa, hemos conseguido bailar un poco seguido, pero tras unos pasos engarzados a duras penas, me vuelvo a tropezar con sus pies (o quizás sea él quien tropieza, yo ya no lo sé) Sea como fuere Alberto me acusa de no escuchar lo que me dice; de bailar sola. Yo le repito que no se lo que quiere que haga... pero parece que el tampoco me entiende.

De nuevo Julio se acerca a nosotros (¿es que no hay otra pareja en la sala que baile mal?)

hemos conseguido bailar un poco seguido, pero tras unos pasos engarzados a duras penas, me vuelvo a tropezar con sus pies"Alberto, si querés decirle algo, primero tenés que contactar, llamar su atención, de lo contrario la invadís, la sorprendés y en esa incertidumbre no te va a entender. Llevemos esto al baile. ¡Mira! Primero buscas su pie, la detenés y luego haces el movimiento. Si antes no conectas será difícil que ella adivine que querés comunicarte. Como cuando querés hablarle: primero la llamas y solo cuando ves que ella te escucha, hablas, de lo contrario, antes o después tendrás que gritar. Esto es lo mismo. Y vos (a mí) tené en cuenta que cuando te llama tenés que detenerte y escucharlo, si no , para que lo escuches, te va a gritar. Y si están bailando te va a golpear. Lo voy a mostrar. Acerco mi pie al suyo, ella se detiene para escuchar, hago el movimiento y espero que ella me conteste. No lo olviden, al bailar están dialogando, nunca imponiendo. Uno habla y después de escuchar el otro contesta. Atención solo después de escuchar. Porque en el tango, como en la vida, si no me tomo el trabajo de escuchar, voy a presuponer que se lo que me van a decir y nunca contestaré al otro. Así el dialogo real deja de existir y se convierte en monólogo. Esto es lo que están haciendo, y esto no es bailar tango, que es una danza de pareja en la que cada uno improvisa de acuerdo al movimiento del otro".

Quinta Clase

Hoy no tengo ganas de ir a clase, en realidad no tengo ganas de ir a ninguna parte. Yo no entiendo que está pasando pero siento que mi pareja se acaba. Desde hace un tiempo discutimos por todo y no hay manera de poder hablar de lo que pasa. Son infinitos los reproches mutuos que impiden el diálogo. Es como si habláramos distintos idiomas y una dolorosa distancia, mezcla de rencor e indiferencia, se esta clavando entre nosotros.

Este silencio, no se como ni cuando empezó, pero crece cada vez más y parece imposible detenerlo. Nuca pensé que después de tanto tiempo de complicidad y cercanía llegaría el momento que aún estando juntos no nos pudiésemos encontrar.

Mejor me cambio de ropa y voy a clase, porque con darle vueltas en la cabeza no gano nada y si nos quedamos en casa solos la distancia se hace insoportable.

En este diálogo, los dos pueden proponer, porque aunque uno tome la iniciativa del primer movimiento, de acuerdo como sea la respuesta"Hoy no vamos a aprender ningún paso nuevo, creo que es importante que sepan qué están haciendo. Si no entienden qué es bailar tango, si no entienden su sentido, podrán hacer los pasos pero nunca van a bailar tango. El tango es una danza de pareja abrazada en un abrazo que es contención, no estrujamiento. Abrazar es dar con los brazos abiertos y el que da con los brazos abiertos recibe con todo el cuerpo. Así unidos los dos integrantes se desplazan por el espacio, pero no es un espacio cualquiera. Al contrario, es un espacio creado por los dos. Como dicen los Dinzel: "El tango niega las matemáticas porque uno más uno no son dos sino uno, que es la pareja o son tres, el ella y un tercer volumen." Uno o tres, pero nunca dos.

Es un verdadero diálogo corporal y amoroso donde los dos manejan la autodeterminación y donde también hay momentos de silencio, un silencio que necesariamente forma parte del diálogo, que lo enriquece si quieren, pero que nunca lo anula. En este diálogo, los dos pueden proponer, porque aunque uno tome la iniciativa del primer movimiento, de acuerdo como sea la respuesta, ya sea por velocidad, amplitud o dirección, es el siguiente movimiento. Por eso hay que aprender a vivir el error como posibilidad de enriquecimiento. Si esto no hubiese sido así, el tango no existiría. No deben enojarse ante un fallo, busquen el contacto con el otro e intenten crear juntos. Finalmente el tango también es una forma de autoconocimiento, porque así como en nuestra vida de relación, ya sea como amigo, amante o padre, conozco mi calidad de tal a partir del otro, en el tango puedo ser un protector o un protegido, un dominado o un dominador, puedo ser infinitamente tierno, violento o tal vez la mezcla de todo eso y mi pareja esta allí para mostrármelo. Esto que planteo no es fácil, pero sólo cuando lo entiendan podrán bailar, y además de una manera distinta cada día: a veces con violencia, otras con ternura, otras en verdadero éxtasis, pero seguro, no interrumpirán la danza."

Mientras volvíamos caminando a casa, las palabras de Julio retumbaban dentro de mí. Era como si las frases hubieran tomado forma corporal y danzaban en mi cabeza, ocupándola, ordenándose, tomando armonía y sentido.

“El abrazo es contención, no estrujamiento... Tomen el error como posibilidad... si no le doy espacio, él se lo va a tomar... mi pareja esta allí para mostrarme como soy... El encuentro es diálogo, no imposición; el diálogo es escuchar al otro no suponer; el abrazo es dar espacio, no atrapar; el tango es dialogar, dialogar, dialogar.

Al cabo de un tiempo...

"Estoy pensado que tengo muchas ganas de abrazarte... ¿Nos bailamos un tanguito, mi vida?"Hoy releo estos viejos apuntes. Los encontré en el cajón de una cómoda que había quedado en el sótano después de la mudanza. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Diez años? Sí, creo que sí. En aquella época cumplíamos apenas dos años de casados y ya llevamos juntos doce. La crisis pasó y efectivamente los dos tuvimos que aprender a vivir juntos, así como aprendimos a bailar tango.

Mientras leo estoy escuchando música y Alberto esta terminado de arreglar el jardín. Por cierto ya termino, veo que entra.

Esta sonando Danzarín.

Es el tango que más nos gusta bailar.

"¿Qué estás haciendo?", le digo

"Estoy pensado que tengo muchas ganas de abrazarte... ¿Nos bailamos un tanguito, mi vida?".

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