"La vida no es esperar a que pase la tormenta,
es aprender a bailar bajo la lluvia..."

sábado, 7 de noviembre de 2009

Las ligas y portaligas



Increíblemente estas prendas que hoy son símbolo de feminidad, siendo el accesorio perfecto de una mujer a la hora de la seducción, en principio formaron parte del atuendo masculino.

No se sabe con exactitud cuando fueron creados pero hay datos que revelan que ya en el año 3000 A.C. los hombres los llevaban para sujetar sus calzas (en esa época no eran medias sino calzas lo que se usaba).

En un frontal del siglo XIII donde están representados los tres Reyes Magos se aprecian las calzas sujetadas por unas ligas (dejando al descubierto la parte superior del muslo) que éstos llevan. Las ligas se enganchaban al cinturón y se fijaban lateralmente.

La liga se había popularizado a mediados del siglo XVIII gracias a la difusión de la media llevada a cabo por las sederías francesas, que extendieron el uso de esta prenda, hasta entonces propia de los hombres, a las damas de la corte y las burguesas de las ciudades europeas. Al principio tabú (“Las reinas de España no tienen piernas” exclamaba el Jefe de la Casa Real de Isabel II), pronto se convertiría en fetiche, apareciendo a la vista en cuanto las faldas se acortaron por encima del pie, exhibiendo leyendas amorosas de los amantes que las regalaban. “La risa de mi morena alivia toda mi pena” reza una de éstas conservada en el Museo del Textil y de la Indumentaria de Barcelona.

El mercado de portaligas en aquellos años apuntaba tanto a satisfacer las demandas de las mujeres como las de los hombres.


El liguero nació de una imaginativa innovación de los fabricantes de corsés: sin más que añadir a la parte baja de éstos unas tiras de tela elásticas con sujeciones, inspiradas en los tirantes masculinos, la media quedaba firmemente sujeta a las piernas.

Pronto la prenda adquirió autonomía propia, especialmente en Europa, donde el afán de no reducirla meramente a un cinturón con los elásticos introdujo los imaginativos encajes que todavía forman hoy su esencia.
Luego con la aparición de las pantys en 1970 las ligas y portaligas junto con los corset quedan en el baúl de los recuerdos y recién a fines del siglo XIX renacen pero traen consigo una transformación radical no de la pieza en sí, sino del carácter con que éstos son vistos: estático, sugerente, erótico, íntimo, fetichista, y pasan de pieza de vestir funcional a elemento íntimo de alcoba.

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